El veranillo de San Miguel
En vista de que me han dicho que mi modo de escritura todo apretadito es cansino, intentaré hacerlo más agradable dejando espacios en blanco. Aunque ya os comenté que en parte la culpa la tiene el método de escritura del blog que no me permite dejar mis cinco espacios reglamentarios a principio de párrafo y mira que me jode que me obliguen a escribir como yo no quiero, algo parecido a los acentos en los mensajes de los teléfonos móviles, grrrrrrr, asdfghfjdjsjsjfgljlhkgjfhd, ¡me subleva no poder acentuar!. Así que vosotros me diréis cómo se hace y qué debo hacer. En definitiva, cómo os gusta más.
Era un viaje largo de casi seis días y complicado en cuanto a las estancias en hoteles y ahora paso a explicarme: el primer día tocábamos en Logroño y dormíamos en Logroño. El segundo día viajábamos a Pamplona y hacíamos el top colcha en Villava, durmiendo en Pamplona. El tercer día tocábamos en Vitoria pero volvíamos a Pamplona a dormir tras la actuación. El cuarto día era día libre también en Pamplona, y fue día de ir al cine: Yo a ver United 93 (traducida como Vuelo 93) y sir Jaime Asúa a ver Alatriste (traducida como Sadwing). Y dormimos en Pamplona, claro está. Y el quinto día tocamos en Pamplona y dormimos también allí. Bueno, pensándolo bien no es tan raro, ni siquiera un poquito. En un principio parecía más complicado pero contado queda mejor.
Voy a dejar un espacio para que no me digan nada.
En Logroño tocábamos en un pueblecito a las afueras de Logroño llamado Villamediana. Todavía recuerdo lo que sudamos, jesuspordiós, qué tremenda sudada! el local era una especie de frontón pequeñito y abarrotado por unas cuatro mil personas que imagino sudaban casi tanto como nosotros. Joaquín tuvo un recuerdo para el sonetista Villamediana y la actuación empezó bien, siguió mejor y acabó por las nubes. Y hablando de nubes, debo decir que llovió casi todos los días. Por suerte, casi todo lo hicimos en locales cubiertos!
Un amigo vino a traernos unas conservas, otro vino a traernos vino...esa es una buenísima costumbre, agasajar a la banda con productos locales cuanto más apetitosos y más caros, mejor. Y la cantidad también importa, cuantos más mejor, así no hay peleas, que si estos espárragos los he visto yo primero, que si dame la lata de pochas o te meto un viaje, que si te cambio el melocotón en almíbar por los pimientos rellenos. Si hay para todos, no habrá peleas. La consigna es "que no falte el espárrago".
Recuerdo que llegando al recinto se entabló una discusión en la furgoneta al pasar junto a un monumento feo de cojones. Jaime decía que era un obelito y yo que era un monolisco. Olga nos sacó de dudas diciendo que era una estatua. Y punto en boca.
Joaquín ya siempre repite en casi todos los sitios que hicimos un ensayo general en Las Ventas para llegar en las mejores condiciones a Villamediana, por ejemplo, y la gente se lo toma muy bien y se parten de risa, como debe ser. El repertorio fue como los últimos, no hubo novedades y el sonido fue estupendo. Nos llevamos un recuerdo estupendo de ese frontoncito, del sudor, del público y de las conservas y el vino.
Al día siguiente nos fuimos a Pamplona. Llegamos a la hora de comer y José Luis Uriz, concejal del ayuntamiento de Villava, nos agasajó a los top colcha con una comida en un restaurante estupendo cerca del hotel. Ahora viene el capítulo titulado "La soledad del cantante que no es cantante". El cantante que no es cantante soy yo. Yo puedo ser músico, arquitecto, ingeniero nuclear, fisioterapeuta, coleccionista de monedas bizantinas, sexador de pollos, prostituto, lo que queráis...pero cantante no soy. Qué mal rato se pasa poco antes de empezar, joder, qué nervios y qué mal cuerpo se le pone a uno...puf, esa es la soledad del cantante que no es cantante. Ahora entiendo el careto que tiene a veces mi compadre antes de salir y eso que él canta para veinte mil y yo para quinientos...¡¡¡¡pero qué quinientos!!!
El público de la sala Tótem en Villava estuvo magistral, cantaron de puta madre y todo salió estupendamente a pesar de la frialdad del principio, cuando haces un par de chistes y no se ríe ni dios! ahí piensas "¡tierra trágame o cágame o lo que tú quieras pero sácame de aquí!". Una vez pasado el primer sofocón, todo fue sobre ruedas. Yo creo que al principio lo que le pasa a la gente es que también está acojonada porque van a salir a cantar, como servidor. Ves caritas de pánico aquí y allá, que también pueden ser debidas a la escasa calidad del cantante (servidor). Pero luego todo se pasa y llega el alcohol y el karaoke y la risa y la juerga. Por poner un ejemplo, todos nos acordamos de esa pareja que subió a cantar "19 días y 500 noches" y el chico no se sabía la letra y la chica iba buscando en el libro de letras esa canción y la encontró justo cuando terminamos de tocarla. Mientras tanto, él cantaba lo poco de que se acordaba y siempre caía en la parte esa de "para qué si me va a perdonar porque ya no le importa...etc". Así que esa parte de la canción la cantamos tres veces y nos moríamos literalmente de risa viendo el apuro del tipo que siempre llegaba al mismo sitio. Había unas quinientas personas, que para mí es una multitud. Así que exitazo, parabienes, felicitaciones, y un recuerdo especial para Rubén que organizaba el evento y estuvo allí a pesar de que dos días después se casaba con Zelestita en Barcelona. Y otro recuerdo agradecido para Fran, que se vino a ayudarnos a Pamplona a pesar de que el resto del equipo técnico dormía en Vitoria.
No me manejo yo bien con esto de los espacios. Reconozco que esa chica tenía razón, pero mala solución le veo yo a mi forma de escribir o a cambiar la forma de escribir del blog. Me temo que pronto volveré a la forma habitual, apretadita e incorregible.
Al día siguiente, viaje a Vitoria. Apenas una hora y ya estábamos en el Buesa Arena de la capital alavesa. Un pedazo de pabellón que nos hizo disfrutar muchísimo a pesar de mis reticencias a tocar en pabellones, ya sabéis "los pabellones nos tocan los cojones..."
Pues lo cierto es que dimos un conciertazo. Joaquín tuvo un recuerdo para Fernando Buesa diciendo algo así como que era un honor tocar en un sitio que llevase ese nombre. En Vitoria también nos dimos cuenta de que la primera parte estaba muy fría. Pasamos del sudor en Logroño al hielo en Vitoria. Pero la remontada fue espectacular y la segunda parte del chou fue una auténtica pasada. Sonidazo y público enfervorizado de verdad. Hubo un cambio espectacular de la primera parte a la segunda. Impresionante. Al acabar, carretera y manta dirección Pamplona a dormir. Eso ya empezaba de nuevo a ser el día de la marmota.
Día libre en Pamplona. Paseíto por el centro, Plaza del Castillo, Estafeta, Mercaderes, etc.
Y Jaime empeñado en comprarse un periódico, enrollarlo y darme en el hocico con él, como en los encierros. A la hora de comer nos fuimos todos a confraternizar comiendo juntitos en un pedazo de restaurante llamado Europa. Qué rico todo, leñe!. Ahí hablamos de planes futuros con Joaquín y lo pasamos realmente de puta madre. Siempre que vamos a comer con Joaquín y Jimena por ahí, es una gozada. Si os digo que son gente estupendísima me creéis ¿verdad?. Le di a Joaquín una servilleta blanca, inmaculada, preciosa, para que me la firmara, y me hizo un dibujito muy coqueto con dedicatoria. La cosa terminaba así para que veáis su estado de ánimo: "En Pamplona, en septiembre y feliz".
Por la tarde al cine, que si Alatriste, que si 11-S. El que quiera saber algo de Alatriste que le pregunte a Jaime...no salió muy contento del cine. Y el que quiera saber algo de control de tráfico aéreo (una de mis pasiones) que me pregunte a mí.
Todo el domingo lo pasamos acojonados mirando al cielo. La lluvia, la madre que la parió, qué buena es para algunas cosas y qué mala para otras. Iban seis mil seiscientas entradas de venta anticipada en Pamplona! y todo se podía joder por la lluvia...qué mal rato, que si ahora llueve, que si ahora no llueve, que si por allí clarea, que no, que las nubes vienen para acá...
Hicimos la prueba de sonido tras quitar los plásticos protectores que les ponen a los aparatos y a los instrumentos. En la prueba dejó de llover, pero al rato volvió a empezar. Yo salía al ruedo de vez en cuando a ver cómo iba la cosa y veía los paraguas abiertos en el graderío y me daba la vuelta cabreado. Ocho mil personas en la plaza de toros (en la que entran los toritos en los sanfermines) y la posibilidad de no tocar...qué putada.
Por suerte, la cosa no fue a más y pudimos hacer el CHOU con mayúsculas. Joaquín más divertido y bromista que nunca. Encantados todos de la vida, ojalá fuera así siempre! Qué bien sonaba todo. Solo tuvimos un par de problemas. Yo uno de ellos, con mis pinganillos que hacían un ruidito coñazo que, por suerte, se pasó. Y el otro problema lo tuvo Antonio con la guitarra acústica. Por lo visto no se oía muy bien. Pero lo demás de matrícula de honor.
Ahora le ha dado a Joaquín por hacer que empieza a cantar "19 días y 500 noches" pero sin emitir ningún sonido. Y nos morimos todos de risa con él, incluso él se descojona abiertamente. Es divertidísimo verle, de verdad. En Pamplona la gente lo pasó de locura y además tuvo clemencia con nosotros el dios de las tormentas, como bien dijo Joaquín. Nada más terminar, todavía encima del escenario, Joaquín me dijo "excelente, impresionante, me ha encantado". Y eso para mí va a misa. Ese es mi trabajo, que él esté bien, como os contaba el otro día. Y él está feliz, en septiembre y en Pamplona.
Se me acaba la tinta, se me acaban las ideas, se me acaba la paciencia. Esto se acaba, señores.
Apenas cinco actuaciones nos quedan en los próximos veinticinco días. Los coletazos de la gira, cada vez más felices, cada vez más tristes.
¿Qué vamos a hacer sin vosotros?